Dos años y cuatro meses y medio después ha llegado la hora de hacer frente a un nuevo reto: volver a subir en bicicleta.
Ya no hablo de las rutas mtb de antaño con trialeras de vértigo, descensos a tumba abierta o subidas infernales.
Tan sólo quiero averiguar si podré volver a pedalear con seguridad y equilibrio.
He encontrado a mi compañera en un estado lamentable en el trastero de mi ex. La empresa de mudanzas cobrar sabe pero proteger tus bienes materiales como que no.
Después de poner presión en ruedas, horquilla y amortiguador trasero y a falta de una buena limpieza ha quedado así. Llevo con ella desde el 2008 y hemos cruzado media España juntos por todo tipo de pistas, senderos y caminos.
Un frío recorría mi espalda y una voz en mi cabeza me decía que no puedo subir a ese caballo sin comunicación neurológica con mis pies , el sacro destrozado y una compleja estructura metálica recorriendo mi espalda. También escuchaba una voz débil, imperceptible que decía que me subiera, que asumiera el riesgo, que soñara con más libertad...
Estaba en un garaje comunitario sin nadie que pudiera ayudarme. Con mucha dificultad he conseguido levantar mi metro diez de pierna y apoyar mi pié derecho en el pedal automático. Sudor caía por mi frente y me temblaban un poco las manos. Es el miedo. Paraliza.
Empujo mis brazos con fuerza hacia delante y consigo subirme. Me sentía bloqueado por el miedo mientras movía los pedales y analizaba en décimas de segundo lo que ocurría: mi grave lesión distal en pié izquierdo me impide pedalear correctamente; mi reconstruido sacro gritaba que ese sillín deportivo le estaba matando y mi cerebro me preguntaba: " cómo piensas bajar de este caballo?"... Mis talones y dedos de los pies no soportarían el golpe seco contra el suelo al descabalgar y mi nulo equilibrio no ayudaría en cualquier caso. De regalo el dolor neuropático hacía su aparición. Todo ventajas...
Lo he pasado mal. Al bajarme he estado a punto de irme al suelo. Ha sido violento.
Estoy muy lejos de poder salir a la jungla de asfalto en mi estado.
Y sin embargo he sonreído. Me apasionan las dos ruedas y sé que lo seguiré intentando. Tal vez con las zapatillas con calas fijadas al pedal automático mejore mi pedaleo. Quizás un sillín confort... Y si...?
Que pruebas tan complicadas te pone la vida. Y no tienes margen de error. Una tonta caída a 3 km/h podría hundir todo lo ganado en mi rehabilitación.
Y no. No tiene nada que ver con conducir una motocicleta. No es lo mismo.
En la Honda mi culo reposa en un sofá a 82 cm del suelo y una compleja electrónica se encarga de sacarme de cualquier situación de riesgo.
No pienso tirar la toalla. Debo trabajar para encontrar el camino. He perdido mis rutas senderistas por la montaña y tampoco podré volver a correr. Y no quiero centrarme en lo que no puedo hacer ya sino en lo que he conseguido hasta ahora y lo que me queda por conseguir. Y fácil no va a ser. Seguro.